La noche de este miércoles 21 de setimbre a las 11:08 pm locales (Georgia, USA) sucedió lo que llevaba 22 años en espera: la ejecución de Troy Davis. Este hombre de raza negra fue condenado a muerte por el asesinato de un policía en 1989, a pesar de que no había evidencias suficientes que lo ligaran al crimen y donde siete de los nueve testigos se han retractado incluso admitiendo presiones y chantajes y después de muchos intentos de demostrar su inocencia y tratar de revocar la sentencia.
En algunos países del mundo la pena de muerte se toma como la solución a los problemas de criminalidad de la sociedad y se condena a quienes supuestamente fueron culpables de cometer algún delito grave en perjuicio de algún otro ser humano, como por ejemplo un homicidio. Pero este sistema entra en contradicción y genera gran debate alrededor del mundo y en organizaciones internacionales, tanto en países donde se permite esta practica como en los que no.
Se une a esto el hecho de que, como en este caso, y no es aislado, existen dudas o no se tiene la total certeza de que el acusado es el autor real del crimen primero. Esto lleva a un peor final, donde no sólo se termina con la vida de una persona, sino que esta pueda ser inocente, dejando atrás después de su ejecución, todo un mar de dudas y de dolor para quienes creían en su inocencia, manteniéndose en la libertad el verdadero culpable.

Me pregunto, ¿cómo se puede llevar en la conciencia el hecho de haber sido partícipe, de alguna forma y en algún momento del proceso, en la decisión de quitarle la vida a una persona de las maneras más frías? ¿No actúan de la misma manera y pasan a ser tan culpables como el condenado? El sistema jurídico debería estar diseñado para proteger los derechos humanos de todas y cada una de las personas sin excepción, y no por el contrario pensar en aniquilar a quienes incumplen las leyes.
Apropiarse de la libertad de decidir cuando termina la vida de un ser humano es algo que no nos compete por encontrarnos en igualdad de condiciones y deberíamos dejar que sea Dios quien se ocupe de eso y no tratar de ponernos a su altura. Es este caso la pregunta "¿el fin justifica los medios?" puede ser muy bien utilizada. ¿Será acaso que en esta situación tiene el hombre derecho para matar? No lo creo.
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